En los albores de Internet, entre las empresas y emprendimientos tecnológicos existía una suerte de idealismo en la que se proponía una nueva manera de hacer los negocios que se distinguiera de las prácticas no necesariamente éticas de las empresas tradicionales. Los emprendedores llenos de ilusión pretendían realmente “hacer del mundo un mejor lugar para vivir”. Sin embargo, a casi treinta años de la masificación de Internet, se ha descubierto que su comportamiento no ha sido mejor que el de otras industrias tradicionales como las de hidrocarburos o de consumo masivo. Comportamientos poco éticos en las empresas, sin importar la industria a la que pertenezcan siempre ha habido. Sin embargo, en el caso de las empresas del mundo tecnológico y digital se había creado un aura de transparencia, en la que no solamente buscaban ser disruptores de bienes y servicios, sino también en la manera de hacer las cosas; en las mejores prácticas para llevar a cabo los procesos y entregar valor a sus clientes/usuarios.
Algunas de las prácticas cuestionables que tienen algunas de las empresas tecnológicas y que se acentúan en las de mayor tamaño son:
Contenidos sin control
Alianzas dudosas
Privacidad: cuando lo gratis no es gratis.
Condiciones de sus “trabajadores” (comillas intencionales).
CATEGORÍA 1: CONTENIDO FUERA DE CONTROL
En esta categoría están las empresas tecnológicas que sirven como intermediarias en la generación de todo tipo de contenido: texto, audio, vídeo, fotos, gráficas, etc. Curan y distribuyen el contenido que diariamente generan usuarios de estas plataformas. Por supuesto, nos referimos a las redes sociales. Las más conocidas son Facebook, Instagram, Youtube, Twitter y recientemente Tik Tok. Es cierto que administrar millones de publicaciones es una tarea titánica, pero no es menos cierto que eso hace parte de su modelo de negocio.
En el caso de Youtube (propiedad de Alphabet, anteriormente Google), se han documentado múltiples casos de personas que poco a poco van consumiendo contenido con mensajes cada vez más radicales. Personas que afirman haber cambiado su pensamiento y radicalizado sus posturas a partir del contenido que fueron consumiendo en YOUTUBE. Si bien, esta red ha tomado medidas orientadas a reducir que este tipo de contenido prolifere, lo cierto es que no es una tarea fácil teniendo en cuenta que aproximadamente 400 horas de contenido se suben cada minuto a la plataforma.
En el caso de Instagram, una investigación interna que se filtró a los medios, encontró que la red social ha generado problemas de imagen corporal a una de cada tres adolescentes mujeres, al ver modelos de belleza irreales en las ‘influenciadoras’. Esto ha causado desordenes alimenticios e incluso pensamientos suicidas. Estos casos se hacen más prevalentes en los preadolescentes ya que, como lo menciona la Asociación Americana de Sicología, entre los 10 y los 12 años los cambios en el cerebro hacen que las recompensas sociales (aprobación de los pares a través de una sonrisa cómplice o cumplidos) sean más satisfactorias. Esto se acentúa en las redes sociales ya que un contenido publicado puede potencialmente generar miles o millones de ‘me gusta’, comentarios, visitas y seguidores, generando ansiedad por lograr la aprobación de personas que incluso nunca han conocido personalmente.
Hablemos de Twitter. Twitter me recuerda un poco al “Speaker’s Corner” en Hyde Park, Londres. Originalmente, concebido como un espacio para fomentar la libre expresión y el debate, en algunos casos ha involucionado en gritos, discusiones vacías y incluso agresiones físicas.
Fuente: https://www.youtube.com/watch?v=3TGjoVhjMF8
Recuerdo que tuve la oportunidad de visitar esta esquina y, en ese momento, discutían un judío y un palestino. El asunto es que ambos hablaban al mismo tiempo y se gritaban entre sí, haciendo imposible seguir el hilo de la conversación y mucho menos el poder extraer conclusiones. De alguna manera, siento que Twitter se ha convertido en un espacio virtual donde la libertad de expresión y el debate usando pocas palabras, ha dado paso a la permisividad para insultar, agredir, calumniar e incluso amenazar. Es prevalente el ‘cyberbullying’ y el linchamiento hacia personas que, de manera justificada o no, reciben constantes ataques en la forma de ‘tweets’.
Parte de este comportamiento es explicado por la Ley de Sayre que dice que “en cualquier disputa, la intensidad de los sentimientos es inversamente proporcional al valor de los intereses en juego". Las personas se escudan en el anonimato, la distancia física que tienen con el blanco de sus ataques o lo ‘barato’ que sale publicar un ‘tweet’ ofensivo o difamatorio. En su percepción “no hay consecuencias, no hay preocupaciones”. Si bien la compañía ha tomado acciones para limitar el abuso de esta red social, lo cierto es que este comportamiento sigue proliferando.
En cuanto a la más reciente de las redes sociales, TikTok, hay que decir que su crecimiento vertiginoso es poco menos que impresionante, logrando más de mil millones de suscriptores a nivel mundial en relativamente corto tiempo. Parte de su atracción radica en su algoritmo, que analiza los gustos de los suscriptores para darles contenidos similares al que están viendo. Su prioridad (no tan diferente de otras redes sociales) es mantener ‘enganchadas’ a las personas el mayor tiempo posible, en este caso, a través de vídeos cortos (60 segundos). Libera dopamina, específicamente una sensación placentera que hace que el cerebro quiera más y más… y más, del contenido que está consumiendo. El impacto que tiene el consumo excesivo de esta red es que puede llevar a la adicción, haciendo que las personas busquen reducir su estrés a través de esta aplicación, distrayéndolos de los problemas de la vida cotidiana y evitando que sean tomadas acciones para solucionarlos.
Las prácticas y estrategias de las plataformas se basan en un principio: la economía de la atención. Este concepto nos dice que actualmente ante el vasto volumen de contenido e información, lo que pasa a ser escaso es el tiempo que podemos dedicar a consumir ese contenido, es decir, la atención que podemos prestar a una aplicación, red social, vídeo etc. Por eso, para estas empresas ya no basta tener una cuenta en una red social. Es necesario ser un usuario activo que constantemente está interactuando en la plataforma. Las empresas tecnológicas lo saben y por eso es prioritario mantener enganchadas a las personas.
Hay un dicho en Internet que dice que cuando algo es gratis es porque tú eres el producto. En este caso las empresas de Internet se dieron cuenta que había un recurso natural a su alrededor: la atención de las personas. Si les dan algo gratis pueden captar su atención, lo que las hace más proclives a consumir productos y servicios. Por eso, es clave maximizar el número de clics y tiempo que pasan en una aplicación o plataforma. ¿Cómo lograrlo? Por un lado, contribuir a la generación de dopamina, enviando una notificación al celular diciendo que alguien le dio ‘me gusta’, comentó o compartió una publicación que hiciste. Por otro lado, contribuyendo a la generación de adrenalina cuando te enzarzan en una discusión, participas de manera pasiva o activa en un ataque a una persona a través de una red social o ves un vídeo sensacionalista sobre un acontecimiento.
Si en Twitter las personas se enzarzan en debates inocuos y llenos de agresión verbal ¡fantástico! Eso garantiza que se unirán más personas a la conversación y ventilarán sus frustraciones.
Si alguien se queda horas viendo videos cortos en TITOK ¡maravilloso! Siempre querrán saber que otro vídeo les mostrará la plataforma.
Si una adolescente se obsesiona con las influenciadoras y su sofisticado estilo de vida ¡Súper! Cultivarán nuevas consumidoras de costosísimos productos o recibirán consejos sin supervisión médica o incluso peligrosos para parecerse a ellas.
¿Qué hacer al respecto?
No hay soluciones fáciles frente a este fenómeno. Hay varias recomendaciones asociadas a limitar o quitar las notificaciones en el celular, tener reglas acerca del celular fuera de la habitación o establecer un horario entre otras. Creo que la más importante parte de adquirir la conciencia acerca de que las redes sociales traen beneficios asociados a la capacidad de conectarnos, informarnos, entretenernos y comunicarnos. Sin embargo, no es menos cierto que su uso excesivo puede tener consecuencias en nuestra salud mental y en las decisiones que tomamos.
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