jueves, 14 de septiembre de 2017

El riesgo de los costos hundidos en los negocios y las relaciones

Creo que todos nos hemos enfrentado alguna vez a esta situación: hemos invertido tiempo, dinero u otros recursos en un proyecto, negocio o incluso en una relación. Cuando las cosas no marchan bien en esas situaciones, nos replanteamos si vale la pena continuar invirtiendo en lo que nos ha implicado un gran trabajo. 

Es en ese momento que nuestras decisiones están condicionadas por nuestra perspectiva del esfuerzo que hemos dedicado a estas actividades y distorsionan nuestro juicio.

Es ahí donde entran los costos hundidos. 



En economía y finanzas este concepto es útil para apoyar el análisis de si una inversión o actividad económica debe continuarse o suspenderse. Sin embargo, puede aplicarse a varios aspectos de nuestras vidas.

Los costos hundidos o irrecuperables pueden definirse como "aquellos costos retrospectivos, que han sido incurridos en el pasado y que no pueden ser recuperados". La clave acá es que no pueden ser recuperados. Sin embargo, constantemente seguimos en trabajos en los que no estamos satisfechos, relaciones tormentosas o negocios abocados al fracaso.

- "Llevamos séis años de relación; sé que no es perfecto, pero no puedo tirar todo por la borda" (la novia acerca de un tipo que la maltrata).

- "Sé que me puso los cuernos y no se muestra arrepentida, pero hemos vivido tantas cosas juntos que terminar la relación ahora no sería conveniente para mí"

- "Pero tanto trabajo y esfuerzo para llegar a donde estamos, no podemos cerrar el proyecto así como así" (acerca de un proyecto en el que se ha trabajado dos años, pero que no muestra rentabilidad).

- "No sé si me den el ascenso, pero ya llevo 10 años en la empresa".

Personalmente me pasó con una mesa de billar; decidimos comprarla con mi hermano en $300 dólares pero necesitaba varias reparaciones para poderla usar. La procastinación de ambos desembocó en que pasaran los meses e incluso los años y la mesa seguía sin usarse. Un día, el esposo de una prima vio la mesa y nos ofreció $100 dólares. Consideré que era mejor que nada y le dije que si. Sin embargo, mi hermano objetó la venta diciendo que estábamos perdiendo dinero vendiendo algo por un valor $200 dólares menor de lo que nos había costado. Al final, el negocio no se realizó y ya pueden adivinar donde está la mesa (la verdad es que a día de hoy no lo sé).

Todos en algún momento hemos caído en la falacia de los costos hundidos. Nos aferramos al tiempo, dinero y esfuerzo que hemos dedicado a algo y esto hace que nos cueste abandonarlo. En muchos casos, esto genera que sigamos malgastando nuestros esfuerzos o fracasando en los proyectos. Nos concentramos en lo que hemos hecho en el pasado, sin que esto implique que funcione en el futuro. 

La clave es recordar que el éxito de un proyecto, negocio o relación no depende de lo que hayamos invertido, sino de la probabilidad de éxito que podamos vislumbrar. Es necesario separar ambas cosas para que el pasado no condicione al futuro. 





- Vayámonos de aquí, esta es la peor película que he visto
- Prefiero quedarme, me costaron mucho los boletos. 

Así que, si alguna vez nos enfrentamos a una decisión en la que debemos decidir si continuar o no un proyecto, inversión, empleo o relación, reflexionemos si nuestro juicio está permeado por el esfuerzo o recursos invertidos en cada uno de ellos y no por la probabilidad real del éxito que podamos tener. 




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