Se estrenó hace pocas semanas la película Skyfall (Sam Mendes, 2012) con gran éxito entre la crítica y el público (US$90 millones en Estados Unidos en su primer fin de semana y 92% en Rotten Tomatoes). Además de destacarse por ser una película acorde a los tiempos actuales en los que incluso se Nolaniza un poco al personaje de James Bond, hay un elemento dentro de la trama que me llama particularmente la atención. Tradicionalmente, en previas cintas, el agente Q proporciona todo tipo de gadgets y armas al agente británico, que sin ser sorpresa, resultan
vitales en sus actividades.
En esta ocasión ('spoilers' en este párrafo), Q le entrega a Bond solamente dos aparatos: el primero un radio transmisor que permite su localización en cualquier parte del mundo y el segundo es una pistola con características biométricas. Sobra decir que ambos aparatos resultan muy útiles para el agente. Sin embargo, para el caso de este 'post' me centraré en el segundo aparato: la pistola biométrica.
Una pistola biométrica o 'smart gun', es un arma que que solamente puede ser operada por su dueño legal. De esta manera, el arma no podría usarse por ninguna persona diferente de la que la adquirió. Una de las ventajas a destacar de un arma personalizada es que reduciría o incluso eliminaría el uso accidental de las armas por niños adolescentes o que esta fuera utilizada contra su dueño por un ladrón o alguien que la obtuvo por la fuerza.
Si bien el concepto de arma biométrica también se utiliza en las películas del Juez Dredd ( en sus versiones de 1995 y 2012), el tratamiento en Skyfall busca ser más realista y quizás por ello genere más inquietudes.
La inquietud que surge está dada porque en la actualidad se están desarrollando armas personalizadas que harían realidad lo planteado en la película. A partir de esto surgen reflexiones acerca de la conveniencia o no de desarrollar este tipo de armas.
De un lado, los que favorecen esta tecnología argumentan que contribuiría, como lo mencioné anteriormente, a disminuir los casos de muertes accidentales por parte de niños o adolescentes que utilizan pistolas encontradas en sus casa para jugar, con fatales consecuencias. Adicionalmente, le daría la ventaja al dueño del arma, ya que evitaría que otra persona la usara en su contra. Quizás también permitiría establecer en casos de asesinato de quien es el arma homicida y cuales son las circunstancias en la que ocurrio el crimen.
Sin embargo, también existen posiciones que disienten de la aplicación de esta tecnología en las armas. Algunos críticos de las pistolas biométricas consideran que estas armas se constituirían en una política restrictiva para los ciudadanos que las poseen o que quieren adquirirlas. Otros consideran que las armas incentivarían la mayor compra de armamentos al considerarlas más seguras. Por último, incluso si el sistema se considera 99.9% confiable, se esperaría que fallara una vez cada 1.000 intentos, lo que haría que la tecnología no fuera lo suficientemente estable para su uso cotidiano.
Lo cierto, es que es un tema que gana vigencia y relevancia dadas las recientes masacres perpetradas en Estados Unidos, en muchos casos por adolescentes o jovenes perturbados. Por ejemplo, en el reciente caso de Adam Lanza y la masacre inflingida sobre 21 niños y 6 adultos en Newtown, Connecticut, las armas pertenecía a la madre de Adam (Nancy Lanza). No deja uno de pensar entonces si Adam hubiera podido utilizar las armas y cometer los atroces crímenes que cometió, si esta tecnología estuviera implantada en las armas pertenecientes a la señora Lanza.
Es importante generar conciencia acerca de una tecnología de este tipo, que no es tan lejana y es de hecho una realidad. Valdría la pena entonces orientar su correcto uso y generar políticas adecuadas para su apropiación.