Hoy en día nuestra atención está cada vez más fragmentada. A pesar de los avances tecnológicos que prometían hacernos más eficientes, nos encontramos cada vez más abrumados por tantas actividades y obligaciones. Así mismo, lo que se suponía era una suerte de “escape” en la forma de entretenimiento visual, nos abruma ahora ante tantas opciones, saturando nuestra capacidad de decidir. Es en ese contexto que se mueve la economía de la atención. Cada vez es más escaso el tiempo que tenemos disponible para prestar atención a algo. La multitarea se da en muy pocas personas, lo que implica que el resto de los mortales debemos prestar atención a una actividad para poderla desarrollar correctamente. En ese sentido, utilizando como ejemplo el cine podemos ver como nuestros hábitos han ido cambiando y como la evolución de este medio de entretenimiento se relaciona con la economía de la atención.
Al discutir sobre blockbusters y éxitos de taquilla, comúnmente se asume que la película más exitosa en términos de recaudación debe ser uno de los lanzamientos más recientes de Marvel o "Avatar". Sin embargo, el filme que aún mantiene el récord es uno estrenado hace más de 80 años: "Lo que el viento se llevó". Esta cinta sigue siendo la más taquillera de la historia, una vez ajustada la inflación, ya que el costo de una entrada en 1939 difiere significativamente del precio actual, haciendo esencial este ajuste para una comparación justa. "Lo que el viento se llevó" continúa ostentando este título por varias razones, siendo una de ellas su naturaleza de espectáculo cinematográfico y narrativa épica, lo que llevaba al público a verla repetidas veces, conscientes de que sería complicado acceder a ella una vez fuera retirada de cartelera. Durante esa época, aún faltaban décadas para la masificación de la televisión.
En aquel entonces, los patrones de consumo invitaban a la gente a la paciencia, pues el ritmo de disponibilidad de películas dictaba esta dinámica. Obviamente, con el avance tecnológico, algunos de estos hábitos comenzaron a cambiar; por ejemplo, era sabido que eventualmente la película se emitiría en televisión, por lo que muchas personas optaban por verla una sola vez en el cine y, si deseaban re visitarla, preferían esperar para verla en la comodidad de su hogar.
Con la llegada de los videocasetes y el auge del alquiler de películas en la década de los 80, la gente empezó a esperar algunos meses tras el estreno de un filme para poder alquilarlo, en caso de querer verlo nuevamente o si no habían tenido la oportunidad de verlo en cines. Muchos experimentamos la frustración de encontrar una disponibilidad limitada, teniendo que esperar a que la película estuviera nuevamente disponible en el videoclub.
La introducción del DVD y el Blu-ray no alteró significativamente estos hábitos o la dinámica de cómo consumíamos cine. En esencia, representaban un cambio de formato, más no una transformación del modelo de negocio basado en una nueva tecnología. No obstante, con el surgimiento de las plataformas de streaming, sí se produjo una modificación en nuestro consumo. La escasez en términos de disponibilidad de películas dejó de ser un problema, ya que, una vez que un filme se lanza en una plataforma de streaming, se convierte en un bien no rival, es decir, el consumo por parte de una persona no impide que otra disfrute de la misma película simultáneamente.
Este cambio ha originado diversos fenómenos, uno de ellos es lo que Schwartz llama "la paradoja de la elección", reflejando una tendencia del ser humano a estar menos satisfecho con las decisiones que toma cuanto más opciones tenga disponibles.
Además, la evolución del cine y la forma en que llega a los consumidores va de la mano con la aparición de servicios sustitutos que reducen la demanda por el consumo de películas. Con el advenimiento del cine, otras formas de entretenimiento como el teatro, los conciertos y, por supuesto, la lectura de libros, junto con la radio como principal medio de consumo de audio, empezaron a competir por la atención del público. Luego, en la década de los 50, la televisión amenazó la preeminencia del cine como medio de consumo audiovisual.
Más adelante, en las décadas de los 80 y 90, con la popularización de los videoclubes, algunas personas preferían no asistir al cine y esperar a que la película estuviera disponible para alquilar. A finales de los 90 y durante los 2000, la expansión de internet ofreció una alternativa más en cuanto al tiempo libre que las personas podían dedicar. Posteriormente, las redes sociales comenzaron a demandar la atención del público, insertándose incrementando "la economía de la atención", que describe cómo los humanos gestionan la abundancia de información disponible y hace referencia a la competencia por captar nuestros ojos y oídos mientras la atención se convierte en un bien cada vez más escaso.
Por ejemplo: contrario a lo que se podría pensar hace 20 o 30 años, hoy en día a la gente no le molesta consumir películas en pantallas pequeñas, haciendo que ir al cine sea una opción más entre las diversas formas de disfrutar del séptimo arte. Así mismo, ha crecido la tendencia de la “Segunda Pantalla”, que se da cuando las personas ven un programa de televisión al mismo tiempo que están usando un dispositivo electrónico durante ese tiempo. Eso por supuesto, ha generado que los argumentos no sean tan complejos para que sea fácil seguirlos mientras se realiza otra actividad.
Todos estos cambios impactan al cine en cuanto a que es una más dentro de las alternativas de entretenimiento audiovisual. ¿Sobrevivirá el cine dentro de esta economía de la atención? Pienso que sí, pero implicará una transformación en la manera como se ofrece al público. Quizá pueda tomar como referencia a la literatura que se concentra en nichos de mercado y no tratar de llegar a todos los públicos de manera simultánea. Si bien habrá películas-espectáculo que atraigan una variedad de público, la mayoría de la oferta cinematográfica se segmentará y se concentrará en nichos específicos de cinéfilos.